Despierta de caricias,
aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.
Estremecido y tenue sigo andando en tu imagen.
¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo!
De mí se huyeron horas de voluntad robusta,
y humilde de razones, mi sensación dejaron.
Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.
¡Yo fui la Vida, amado !
La vida que pasaba por el canto del ave
y la arteria del árbol.