Sólo al aceptar la propia fealdad se puede abrazar la belleza, con ganas.
Reconocerse oscuro es el primer paso
pa’ que entre la luz blanca.
Es que ser humano siempre, siempre implica tener dos caras.
Convulsión y calma. Qué tal que no.
No existe equilibrio sin rabia.
Ni alegría sin lágrima.
¿Cómo podría uno nadar tranquilo en aguas positivas sin haber contempla’o el otro lado de la vaina? No.
Eventualmente la vida, maestra, haría lo suyo pa’ revolcarnos, mandarnos al fondo, mostrarnos quién manda.
Y pa’ flotar, primero aceptarse piedra pesada.
Y ahí sí pa’rriba, glu, glu, como pluma liviana.
Claro, es que así es.
La felicidad no es perpetua, ni el optimismo, ni la magia.
Tiene que haber días grises pa’ que los otros brillen
Tiene que haber noche pa’ que haya alba.